Favela crea sus propios “presidentes” para hacer frente al coronavirus

    Paraisópolis, en São Paulo , reúne fuerzas para ofrecer ambulancias, donar canastas básicas, mascarillas y atender víctimas de la covid-19

    Voluntaria atiende a residente de Paraisópolis | Foto: Gui Christ/National Geographic

    “Nos sentimos abandonados, como si no fuéramos brasileños. Olvidados”. El comentario de Gilson Rodrigues, representante de los habitantes de Paraisópolis, la segunda favela más grande de São Paulo, en el sur de la ciudad, es un desahogo. Subraya la falta de preocupación de las autoridades públicas con los habitantes de la periferia en medio de la nueva pandemia de coronavirus. Sin embargo, más allá de las quejas, la comunidad de Paraisópolis supo organizarse. Demostró que, una vez más, la favela se hace cargo de sí misma, basado en la vieja consigna: “nós por nós”, o “para nosotros por nosotros”.

    <El doctor Ricardo Vieira Silva trabaja en Paraisópolis | Foto: Gui Christ/National Geographic>

    Unidad es la palabra que mejor representa el momento actual que allí se vive. Seis meses después de que nueve jóvenes murieran pisoteados por una multitud, en una avalancha en el contexto de una acción de la Policía Militar (PM) durante un “baile funk” y del secuestro y asesinato de tres jóvenes, Paraisópolis no quiere volver a aparecer en las noticias en razón de tragedias. Los habitantes se movilizaron para evitar el caos provocado por la pandemia.

    <Enfermeras, contratadas por la comunidad, cuidan de los pacientes | Foto: Gui Christ/National Geographic>

    La organización es simple: cada calle tiene un representante, el presidente, responsable de hasta 50 familias, una forma de garantizar una mejor gestión de la ayuda a la población. Son los presidentes quienes definen la entrega de canastas básicas, llaman a las ambulancias para los enfermos y mandan personas a albergues, otra de las acciones para ayudar a quienes necesitan.

    “No es por casualidad que al voluntario lo nombramos presidente de la calle. Elegimos nuestros propios presidentes por la ausencia de un representante del gobierno en este momento de la pandemia”, dice Gilson. “Todo lo que hicimos surgió desde la favela. Nada viene de los gobiernos. El gobierno del estado sólo nos permitió utilizar el espacio de las escuelas, eso es todo. Faltan políticas públicas. Es una tragedia lo que están creando”, continúa.

    <Una mujer mayor, que vive en la favela, obtuvo ayuda de la comunidad | Photo: Gui Christ/National Geographic>

    Para evitar la tragedia, Paraisópolis facilitó la entrega de platos de comida, la producción y entrega de mascarillas a los residentes de la comunidad, la contratación de profesionales de salud para atender a sus habitantes con tres ambulancias, el desarrollo de albergues (que funcionan en las escuelas del barrio, autorizadas para ese uso por el gobierno del estado de São Paulo), además de canastas básicas entregadas a las familias más necesitadas.

    <Habitante de Paraisópolis se protege con una mascarilla | Foto: Gui Christ/National Geographic>

    Toda la movilización genera un intenso trabajo cotidiano. El miércoles pasado, 6 de mayo, por ejemplo, se formó un grupo de 250 voluntarios para actuar como socorristas desde muy temprano por la mañana. Luego, quien estaba allí fue dirigido a otras actividades, que no pueden parar.

    <Voluntarios realizan entrenamiento en una escuela | Foto: Gui Christ/National Geographic>

    El fotógrafo Guilherme Christ acompañó el trabajo en las calles y callejones de la favela durante dos semanas. Le llamó la atención el hecho de que no había ningún representante del gobierno allí, desempeñando lo que debería ser su función. “Lo que más me impresionó fue la unidad, el poder que Gilson tiene para movilizar a toda la comunidad”, explica el profesional.

    <Fausto Viana en su terraza en Paraisópolis l Foto: Gui Christ/National Geographic>

    Sus fotografías retratan esta actuación conjunta, una especie de empatía colectiva con lo que está sucediendo. Aunque no todos hayan respetado la cuarentena. “Mucha gente todavía no entiende qué es la covid-19. Ni hablar de lo que está haciendo el gobierno para confundir a la población, diciendo que es solo una gripecita. Mucha gente está jugando con el coronavirus o sentían vergüenza de decir que estaban enfermos y no avisaban a los vecinos”, explica. “Parecía un tabú social”.

    Sin carne en el refrigerador, cuidadora ayuda a los demás

    La empatía, de hecho, es una palabra importante para quienes se adhieren a las ideas y a las acciones locales. Sentir el dolor del otro parece más importante que enfrentar las propias dificultades, incluso sin saber cómo será el futuro. Es el caso de Cláudia Regina di Silvério, 48 años, 18 de ellos vividos en Paraisópolis, y encargada de enviar las canastas básicas, alcohol y mascarillas a los residentes más necesitados.

    <Aulas dan espacio a aquellos que se enfermaron | Foto: Gui Christ/National Geographic>

    Madre de tres hijos, de 9, 10 y 23 años, ella es la responsable del cuidado de los ancianos en la Calle Nova. Muchos de ellos dependen únicamente de la fuerza de sus vecinos. Los hijos, nietos y otros familiares los abandonaron. En la pandemia, dependen de la solidaridad de personas como Cláudia.

    Nacida en la ciudad de Santos, ciudad del litoral paulista, Cláudia llegó a Paraisópolis por amor. “Encontré el amor”, recuerda. Ahora, casi dos décadas después, se dedica al cuidado de niños – además de los suyos – para sobrevivir. Antes de la pandemia cuidaba a nueve niños, lo que garantizaba el sustento de sus propios hijos. Hoy, cuida a una niña solamente, ya que sus familiares tuvieron que seguir trabajando, a pesar de la codiv-19 y del aislamiento social. Los padres de los demás lograron quedarse en casa. Los ingresos de Cláudia se desplomaron.

    “Recibí la ayuda [de emergencia, del gobierno federal] de 1.200 reales, de los cuales 550 fueron para alquiler, pagué algunas facturas, compré algunas cosas y se me fue todo. Un nuevo depósito está previsto para el 25 [de mayo de 2020].No es fácil”, confiesa. Además de cuidadora, complementa sus ingresos vendiendo tortas, aunque pocas, ya que no hay fiestas durante el aislamiento social. Aun así, logra mirar para otras realidades además de la suya.

    <Preparación de los platos de comida distribuidos en Paraisópolis | Foto: Gui Christ/National Geographic>

    “Hay una familia a la que atiendo formada por un padre, un sobrino y tres hijos que fueron abandonados por la madre. El padre va a trabajar a las 4:30 am y ellos esperan que los voluntarios lleguen con el almuerzo, no desayunan”, dice. “Lloro por la noche, ¿sabes?. Me recuerdo de la gente… Me pongo muy emotiva”, dice Cláudia, consciente de que su realidad también está lejos de ser fácil.

    “Ya no hay más carne en casa. A mi hijo mayor le redujeron el salario. Seguimos para adelante y así vamos”, admite. “Ni siquiera sé cómo explicarlo. Suceden tantas cosas con los demás que los problemas de uno parecen tan pequeños”, dice.

    Mientras deja a un lado sus problemas, ve en las realidades de los demás una forma de ver la vida con una mirada más optimista y humana. “Todos ayudan a las familias. Las personas se sienten muy agradecidas. Los ancianos están muy agradecidos, ya que la mayoría de ellos están solos, no tienen nietos, hijos, están solos. Es duro querer ayudar más y no poder…”, concluye.

    Vista general de la favela de Paraisópolis, la segunda más grande de São Paulo | Foto: Gui Christ / National Geographic

    Este ensayo fotográfico fue financiado por el Fondo de Emergencia para Periodistas de la National Geographic Society

    Traducción: Dafne Melo /Revisión: Juan Carlos Orbina

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